domingo, 6 de julio de 2008

Sí o no
Jesús Salvador Esparza
Pues verá usted, señor, su empeño es muy natural, sólo cumple con una encomienda del alcalde, pero yo no quiero que mi hija me deje sola. Es lo único que tengo, no es que sea mezquina, pero es que todavía no me repongo de lo que nos pasó.
Los ojos vivos de su hija Yolita esperaban el consentimiento de su madre para inscribirse en el curso de enfermería. Había talento, presencia, deseos de superación, juventud, una expresión manifiesta por aprender.
--Dígame, ¿qué hago yo sola acá en la sierra de Santa Catarina? ¿Qué hago sin su acompañamiento? Es lo único que tengo, con usted no quiero discutir, bien sabe lo que me pasó: me tocó asistir al maestro que viene hasta acá a dar clases, darle el almuerzo, comida y cena, su cama y su ropa y a lueguito que se enferma, una fiebre, vasca y diarrea, casi un mes en la cama. Me apoyé en mi otra hija, la mayor, para la observancia del profe. Por mi torpeza y descuido pasó lo que pasó. Mi viejo me reclamaba la atención igual que el resto de mis hijos y el maestro se fue. Cuando nada más aquí viene a pedir la mano de mi hija religiosamente casada. Viera usted cómo aún la extraño y ahora me quiere quitar mi brazo derecho. ¡Pues no se va a poder!
--Señora, señora…
NOTA: En otros textos JSE contará como se convenció a la madre de darle el permiso y luego del accidente de la joven en Monterrey, dirá JSE: “Aún retumban en mi mente las palabras de su madre: Te la llevas sin mi consentimiento.”

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